El otro día hice una de esas cosas de las que, sospecho, probablemente me vaya a arrepentir en el futuro. Resulta que me han prestado durante unos días un escáner Fujitsu ScanSnap iX500, un increíble aparato que digitaliza a todo meter casi cualquier documento que le metas: postales, fotos, papeles de diferentes gramajes, pequeños recortes... en fin, ya os haceis una idea.

El caso es que andaba por casa un archivador en donde había estado guardando cartas personales, postales, fotos, post-it, etc, ¡de los últimos 28 años! Sí, como lo leeis, 28 años de pequeñas historias epistolares, notas íntimas, cartas adolescentes... todo un tesoro de intimidades y recuerdos, que en plena época de WhatsApp, SMSs y emails, casi nadie guarda ya.

El archivador siempre andaba por ahí, incordiando, estorbando. Apenas lo abría ya, pero cuando lo hacía, un relajante olor a papel añejo me traía recuerdos del pasado. Era extraña esa sensación de ir pasando, con los dedos, papeles de diferentes años, gramajes y texturas. Recordaba cuando uno, de chaval, iba a la papelería del barrio a escojer ese papel gordote, a ser posible con alguna marca de agua, para plasmar unos torpes párrafos de desamor, o unas pretendidamente desenfadadas líneas a los colegas en la distancia, que leyéndolas con el paso del tiempo dan un poco de tristeza y vergüenza ajena, por lo mal que los adolescentes podemos llegar a expresar los sentimientos por nuestros amigos.

También pasaron por la digitalizadora de recuerdos muchas pequeñas notas de mis últimas novias. Pequeños reproches que un día me podía encontrar pegados en la nevera, o pequeños toques de atención, como un "Acuérdate de mí" de alguien a quien no presté la suficiente atención, o largas epístolas intentando arreglar lo que ya, normalmente por torpeza mía, no tenía arreglo. También notas del día a día, "Compra fruta. Te quiero", o un "Venga, tranquilo, ya verás como hoy todo te va a ir bien".

Me pregunto si alguien que no me conociera previamente, y leyera juntos y ordenados todos esos recuerdos, se podría hacer una idea de la persona que soy: sospecho que sí. Pero ya da igual. Todos esos recuerdos, 28 años de amor y amistad plasmados en mil y un papeles, han sido convertidos convenientemente en una serie de archivos PDF, y guardados celosamente, como me gusta hacerlo desde hace ya años, en un disco duro cifrado.

Supongo que todo comenzó con la fiebre del MP3, que me hizo vender los vinilos, y (hace poco), desechar todos los CDs con música grabada que tenía por casa. Luego, con las cámaras digitales y mi primer escanner (un CanoScan Lide 30) me volqué a digitalizar todo mi album de fotos y a archivar las nuevas digitalmente (aunque de cuando en cuando sigo imprimiendo alguna). Luego me compré un ebook, y a pesar de que todavía tengo algunos cientos de libros físicos en casa, me he propuesto que en cuanto tenga la correspondiente versión digital, me desharé del formato físico (lo que me recuerda que os tengo que contar como he organizado mi biblioteca digital).

Y así con todo. La música que me hace vibrar, los libros que han moldeado esta pequeña mente, las fotos de toda una vida, y ahora, 28 años de pequeñas confidencias e intimidades, todo cifrado convenientemente, archivado, clasificado... oculto.

Hará algo así como dos semanas, ví la película Así somos (People like us). El argumento parte con la muerte del padre de una familia, el conocido productor de música Jerry Harper. Muchas de las escenas de la película transcurren en el ático de la casa familiar, el lugar íntimo de Jerry en donde se relajaba, escuchaba música, se drogaba, y guardaba miles de recuerdos. En ese lugar íntimo, su hijo, que había perdido hace años el trato con sus padres trata, a través de los objetos de su padre, intentar comprenderle un poco mejor.

Y eso me dió que pensar.

Y pensé que si algún día muero, sólo hablaría de mí este pequeño blog (hasta que lo cerraran por falta de pago), y solo habitaría en los recuerdos de la gente que conocí. Nadie volvería a escuchar mi música, a leer mis libros, a ver mis fotos. Y me sentí un poco como Roy Batty en Blade Runner, en aquella memorable escena en donde "Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia". Y si alguien quisiera escarbar en mi recuerdo, profundizar en quien fuí, se toparía con una pequeña caja metálica, fria y distante, llena de promesas imposibles de descifrar.

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