Rebelión en la granja

Escrito por Sandor el 25 de febrero de 2011.
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Desde que se me rompio el MP3, hace ya un par de meses, he vuelto a descubrir el placer de llevar un libro encima y leerlo a ratitos, por ejemplo en mi trayecto diario de metro al trabajo. El último que he leido ha sido Rebelión en la granja, de George Orwel, uno de esos libros que suenan a todo el mundo y que llevaba algunos años en casa, cogiendo polvo en una balda, esperando su momento :)

Una de mis manías como lector es, cuando me encuentro con algún fragmento que considero inspirado o interesante, marcarlo con lápiz o hacer un pequeño doblez en la página. Me encanta encontrarme, al cabo de los años, con esos fragmentos que en su momento llamaron mi atención. En ocasiones lo siguen haciendo, y en otras ocasiones me sirven para darme cuenta de como he cambiado como persona.

...en un momento dado se crea una ortodoxia, una serie de ideas que son asumidas por las personas bienpensantes y aceptadas sin discursión alguna. No es que se prohiba decir "esto" o "aquello", es que "no está bien" decir estas cosas, del mismo modo que en época victoriana no se aludía a los pantalones en presencia de una señorita. Y cualquiera que ose desafiar aquella ortodoxia se encontrará silenciado con sorprendente eficacia. De ahí que casi nunca se haga caso a una opinión realmente independiente ni en la prensa popular ni en las publicaciones minoritarias e intelectuales.
Prefacio del autor.

De algún modo parecía como si la granja se hubiera enriquecido sin enriquecer a los animales mismos; exceptuando, naturalmente, los cerdos y los perros. Tal vez eso se debiera en parte al hecho de haber tantos cerdos y tantos perros. No era que estos animales no trabajaran a su manera. Existía, como Squealer nunca se cansaba de explicarles, un sinfín de labores en la supervisión y organización de la Granja. Gran parte de este trabajo tenía características tales que los demás animales eran demasiado ignorantes para comprenderlo. Por ejemplo, Squealer les dijo que los cerdos tenían que realizar un esfuerzo enorme todos los días acerca de unas cosas misteriosas llamadas "ficheros", "informes", "actas" y "ponencias". Se trataba de largas hojas de papel que tenían que ser llenadas totalmente con escritura, y después eran quemadas en el horno. Esto era de suma importancia para el bienestar de la Granja, señaló Squealer. Pero de cualquier manera, ni los cerdos ni los perros producían nada comestible mediante su propio trabajo; eran muchos y siempre tenían buen apetito.


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