Me pasa una cosa curiosa en el trabajo. De tan pura curiosa, me he animado a comentarla aquí en el blog, por si alguien puede darme alguna explicación.

Resulta que, en apenas dos semanas, he recibido tres pedazo de encuestas de obligado cumplimiento. Dos del Instituto Nacional de Estadística, y la tercera del Eustat.

Dos de ellas tienen como finalidad recabar información sobre el uso de nuevas tecnologías, el I+D+I y todas esas gaitas tan en boga hoy en día. La tercera es sobre el coste laboral. El caso es que curiosamente cada año salimos misteriosamente elegidos para rellenar las dichosas encuestas (se supone que sacan aleatoriamente un cupo de empresas o algo así). ¡Tan mala suerte para unas cosas y tanta fortuna para otras... en fin!

Además, en las tres encuestas se remarca especialmente la obligatoriedad de cumplimentarlas, bajo riesgo de sanción que va desde los 60 hasta los 30.000 euros en los casos más graves. Y qué queréis que os diga, yo que, por puro celo de mi intimidad, por no usar no uso ni las tarjetas de puntos del supermercado, que no suelo contestar encuestas ni entregar mis datos personales a cambio de regalos o lo que se tercie, me siento invadido por esta obligatoriedad de dar cuenta detallada del funcionamiento de nuestra empresa.

Por no hablar del trastorno que supone este tipo de líos en una microempresa, en las que los pocos trabajadores que somos tenemos nuestro tiempo realmente ocupado, como para dedicarlo en algo tan poco productivo como generar datos para el gobierno. Y por eso os lo cuento, por que si un blog no sirve para protestar de vez en cuando, ¡a ver para qué sirve! :-) Por supuesto, si alguien tiene alguna información sobre este tema, si se aplican realmente las multas por no cumplimentar las encuestras (o si por el contrario solo se dan en casos extraordinarios), o queréis charlar sobre vuestras experiencias al respecto, no os cortéis en comentar.

Os dejo, que tengo que rellenar unas encuentas... :( Nota: la foto de la cabecera, del flickero Adrià.