Cada vez que llego con la lengua fuera y la mochila cargada de libros reventándome los riñones, después de subir con ella el Annapurna diario, sonrio al recordar eso de que el saber no ocupa lugar. Que vengan a mi casa y lo comprueben, a ver qué pasa. Hace años tenía cierto fetichismo hacia el papel impreso, el olor inconfundible de las páginas de un libro, pero ahora mismo firmaba por tener entre mis manos el famoso papel electrónico que tan cerca parece estar (pero que nunca termina de llegar).
Os juro que mandaría al diablo todo esto que veís sin pestañear. Y ya que estamos, os comento que ha surgido no-se-qué problema con el router, la centralita o vaya usted a saber qué en mi nueva casa. Supongo que no tardarán mucho en arreglarlo, pero por ahora tengo que escribir a ratitos desde la oficina, manteniendo planetainopia a medio gas, si es que alguna vez estuvo a pleno rendimiento :-D
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