No, esta no es la primera entrada porno de mi blog :-) Es que hoy he recordado mis primeros pasos en el ciberespacio, y me he animado a compartirlo con vosotros.
Recuerdo mi primera vez, no recuerdo el año exacto. Me compré con uno de mis primeros sueldos un modem/fax marca Zoom a 14.400 bps, de lo más rápido del mercado entonces. Recuerdo que me salió por unas 35.000 pesetas y que lo compré en una tienda de informática de las galerías de la plaza de Indautxu, en Bilbao. En cuanto llegué a casa lo enchufé a mi Olmus 386SX (creo recordar, aunque tal vez fue un clónico 486DX2 que vino después, no recuerdo con exactitud), y me conecté a una BBS que ofrecía acceso gratuito: Kender BBS (todavía siguen en activo).
La experiencia fue de tal calibre que todavía hoy, después de un montón de años, no he logrado olvidarla. Todavía hoy me veo en el suelo de mi habitación, con el ordenador montado alrededor de un montón de cables y, a modo de cibercordón umbilical, otro cable plano color crema atravesando habitaciones conectando mi flamante modem con la roseta de la instalación telefónica, a las tantas de la noche, no vaya el niño a interrumpir cualquier conversación telefónica de sus padres.
Recuerdo que lo primero que hice fue bajarme el files.bbs
general de Kender (que por aquel entonces ocuparía la friolera de 1 mega o así en puro texto ASCII), y comencé a imprimirmelo en un taco de 500 páginas de papel contínuo que alimentaba mi super impresora IBM Proprinter 24E. ¡Qué ingenuidad!
Recuerdo la sensación que invadía mi cuerpo. Parecía que en cuanto hubiera un pico de señal o algo similar, ese mundo nuevo, ese torrente de información, se iba a evaporar para nunca volver más. Con el tiempo he comprobado que esto mismo le suele ocurrir a mucha gente que se conecta por primera vez a la red: su primer reflejo es intentar retenerlo todo, como si aquello mismo que les deslumbra por vez primera se fuera diluir con la misma facilidad con la que se ha mostado en el monitor.
Algunas semanas más tarde (o meses, la verdad, con los años esos detalles se olvidan fácilmente), contacté con Aitor Urrutia, un conocido de tiempos del instituto que estaba cursando telecomunicaciones en Deusto, creo recordar. De su boca salió el mantra, destinado solamente a unos pocos iniciados, que me abrió las puertas a internet. La verdad, no recuerdo los datos exactos. Solamente recuerdo que me proporcionó, supongo que arriesgando algún punto de su expediente académico, un teléfono de acceso de la universidad de Deusto, así como las correspondientes cadenas de login/password. Es un poco triste pensar que la gente (clientes que les llaman hoy en día), no se percatan del milagro. Hoy todos lo ven como algo normal, pero en el momento en el que accedí vía modem al servidor de la universidad de Deusto, y a través de él pude hacer un telnet a la universidad de Stuttgart y navegar un poco por sus opciones, sentí que mi mundo ya no volvería a ser el mismo.
La cuenta estuvo vigente por lo menos tres o cuatro semanas, lo suficiente para comprarme un libro (creo que "Internet, Manual de referencia", ISBN: 84-481-1882-0) y descubrir otros servicios como las listas de correo, Gopher, Archie, FTP, el inacabable mundo de los grupos de noticias de Usenet, o el todavía sin contaminar IRC, por no hablar de recursos más exotéricos como Veronica, Jughead o los juegos multiusuario MUD. También he intentado encontrar, sin éxito, una referencia (no recuerdo a través de qué servicio) a una máquina de coca-cola, que cuando la ejecutabas te devolvía la cantidad de latas que tenía o algo parecido.
También recuerdo otra petición que se realizaba a una empresa de pizzas a domicilio (supongo que en EE.UU, claro), encargando pizzas (en aquel entonces, el comercio electrónico era poco menos que una utopía). Han transcurrido solamente unos pocos años, pero parece que hablamos del pleistoceno.
Sinceramente, en general todo ha cambiado para mejor, si bien hecho en falta esa sensación vagamente revolucionaria que supongo invade cualquier movimiento importante y novedoso en sus comienzos. Hace tiempo leí no se donde que una de las características de nuestra actual sociedad capitalista es que fagocita cualquier intento de cambio desde el exterior, transformándolo en moda, asimilándolo y anulando por tanto su capacidad para cambiar las cosas. Yo nunca he creído mucho en las revoluciones, si no más bien en la capacidad de cambio de cada persona, así como en su capacidad, muchas veces minimizada y despreciada, de influir en sus semejantes a través de sus acciones diarias. Aún así, no es fácil nadar contra corriente ni respirar el ambiente actual, donde un elevadísimo tanto por ciento de internet se basa en la comercialización de contenidos. Me gustaría pensar que, al menos en mi pequeñísima area de influencia, he contribuido en mi medida a fomentar la distribución libre de contenidos, el conocimiento compartido, la generosidad con el neófito, y en general, esos valores de antaño que ahora más que nunca parecen estar en peligro.No, esta no es la primera entrada porno de mi blog :-) Es que hoy he recordado mis primeros pasos en el ciberespacio, y me he animado a compartirlo con vosotros.