No creo que exista campo de batalla tan agotador como el que comparte una pareja en su vivienda. Por lo menos es lo que pasa en la nuestra, en la que día a día se desarrolla una lucha sin cuartel entre dos personalidades, dos formas de ver la vida y de entender el mundo, que aunque en la mayoría de casos son parecidas o al menos compatibles, a veces se enfrentan entre sí de forma encarnizada.
Pero para no perdernos en generalidades y tampoco entrar a contar nuestras intimidades (¿qué os creíais, cotillas? ;-) ), os expondré la última batalla en la que me encuentro inmerso:
la batalla del plato de lentejas. Resulta que por circunstancias (yo tengo un poco más de tiempo libre que ella), soy el encargado de fregar. A mí no me importa en absoluto, pero claro, una cosa es que tenga que fregar los cacharros, y otra bien distinta que tenga que recorrer la casa recogiendo el plato con la comida de antes de ayer, rascar toda la comida seca y mugrienta echándola a la basura, para por fin fregar el plato en cuestión con agua caliente y frota que te frota porque las costras no quieren salir... hasta aquí la exposición de los motivos de mi última declaración de guerra.
Pues bien, el dichoso plato de lentejas lleva ya tres días danzando por casa. Al principio estaba en la sala. Después, a petición mía, fue movido hasta la cocina y puesto en un rinconcito de la encimera, como quien no quiere la cosa, como si su contenido fuera a evaporarse o algo así. Hoy cuando he llegado seguía allí, con una cuadrilla de minúsculos mosquitos negros alimentándose de él... Es a estos pequeños tira y afloja a los que me refiero cuando hablo de las pequeñas batallas diarias, que a veces pueden llegar a ser encarnizadas. No se, a veces parecemos dos marineros de arrabal esperando la mínima oportunidad para sacarnos las navajas, que si ya no me quedan calcetines, que si el baño está sucio... ¡ay, la convivencia, que dura es a veces! De todos modos no voy a ser hipócrita: no cambiaría estas pequeñas batallas diarias por nada del mundo... otro día si el pudor me lo permite os contaré algo sobre nuestros armisticios ;-), y entendereís el por qué.