El hombre es consciente de sí mismo, de los demás, de su pasado y de sus posibilidades futuras. Es consciente de su autodeterminación, de la brevedad de su vida, de que nace sin su consentimiento y perece en contra de su voluntad, consciente de que morirá antes que aquellos que ama, o aquellos que ama morirán antes que él. Es consciente de su carácter separado, de su impotencia ante las fuerzas de la naturaleza y de la sociedad. Todo esto hace de su existencia solitaria una prisión insoportable. El hombre sabe que se volvería loco si no pudiera liberarse de esta prisión y unirse, de alguna forma, a otro ser humano.
ERICH FROMM, El arte de amar, 1956
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