O así podría parecerlo si algún turista se sube en nuestro metro. Cada mañana, dos periódicos gratuitos se reparten gratuitamente en las entradas del tubo. Una vez en el vagón, allá donde dirija su mirada podrá ver inmensas mariposas de papel ocultando el rostro de los pasajeros, todos absortos leyendo los titulares matutinos.
También los hay que llevan su propia literatura a cuestas, y así uno puede hacerse una idea de los éxitos editoriales recientes echando un vistazo a tan absortos lectores.
Los bilbainos, siempre clásicos en el fondo, nos alejamos del formato bolsillo y optamos por las ediciones rústicas, de tapa dura, a ser posible de títulos como El señor de los anillos o similares. Nada que tenga menos de quinientas páginas nos parece digno de llevar encima. Y así, cada mañana, cuando me subo en el metro de camino al trabajo es como entrar en un templo del saber, qué se yo, en una sucursal de la Biblioteca de Alejandría, por decir algo.
También hay días en los que me pregunto si serán verdad esas encuestas que denuncian el poco nivel de lectura de los ciudadanos... ¿se habrán pasado por el metro de Bilbao? ¿acaso esta abrumadora pasión por la letra impresa no se ve reflejada en la correspondiente estadística? Aunque claro, ahora que lo pienso también es posible otra explicación para tan extraño fenómeno cultural de masas... ¿no será que la proverbial timidez de los vascos nos ha llevado a escudarnos tras la letra impresa? ¿no serán las mariposas de papel más bien pequeñas tiendas de campaña donde atrincherarnos de la mirada incómoda de nuestros semejantes?